Hoy, como gran estreno, vamos a hablar de la relación que ha tenido la historia con el cine, pues es un género que se prodiga mucho últimamente y nosotros pensamos que puede ser idóneo para nuestro blog, que estamos en verano y necesitamos cosas frescas.
Hablaremos primero del profesor Jones, al cual deberían haber prohibido salir en pantalla desde la primera película. Gracias a estereotipos tan equivocados como éste, la arqueología hoy en día sufre de problemas difícilmente solucionables. De hecho, se ha producido una curiosa inversión de términos y la gente del común ve con mejores ojos lo que hace el ínclito Indiana en sus expediciones a las lejanas y bárbaras tierras del Tercer Mundo (en las que tan sólo se limita a quitarles el ídolo de oro o la calavera cristalina a los nobles salvajes (¿dónde mejor iban a estar estos recuerdos que con los hijos de la Gran Bretaña?)) que las tareas que diariamente ejercen los arqueólogos profesionales.
Otra película que muestra algunos fallos es el clásico de Cleopatra, sobre todo porque la imagen que la cinta da de la reina es la de una mujer muy blanca y según parece los egipcios tenían una piel mucho más tostada.
Con respecto a Gladiator, debemos decir que es una de las pocas películas que respeta, en gran medida, todo lo que tiene que ver con indumentarias, armamento, etc. Pero la muerte del Emperador Cómodo no se produjo en la arena del anfiteatro, como nos cuenta la película, sino en un sitio menos heroico: en el baño a manos de un luchador llamado Narciso.
La verdad es que Hollywood ha destrozado, desde su posición complaciente, muchas películas. Parece que a los guionistas norteamericanos se les deben perdonar todos sus errores porque no son tales, sino adaptaciones para dar a la película más dramatismo. Por eso nos hemos reservado el fin de fiesta para una de esas películas que nunca recomendaríamos a nadie. Estamos hablando de una película-despropósito como 10.000, de Roland Emmerich. El film trata de explicarnos cómo se produjo la transición del Paleolítico al Neolítico, es decir, de la economía de cazadores-recolectores a la de productores. Pues bien, el director, pasándose por el arco del triunfo todos los estudios habidos y por haber de la época, en aras de su propia complacencia, comete una serie de tropelías históricas increíbles: Neandertales en el año 10.000, mamuts ¡construyendo las pirámides de Egipto!, personajes que aparecen montados en espléndidos caballos (que no se domesticarían hasta mucho tiempo después), portando enormes cuchillos (la metalurgia se descubrió unos 4000 años después de lo que nos cuenta la película) y mirando las estrellas con unos telescopios que tienen pinta de haber sido comprados en una tienda de antigüedades… Y la aberración más insoportable de todas: documentos escritos en el año 10.000 antes de Cristo.
¿Te quedan ganas de ver películas históricas? ¿Seguro?